viernes, 11 de diciembre de 2009

EL CAMELLO (CAPITULO I: SOBRE PELOTAS PINCHADAS)

Buenos chicos. Sacudid la cabeza, movedla como los perros que están con las cadenas en la parte trasera de los coches, como estais acostumbrados a hacer. ¿Droga? Y agitad la cabeza… ¿Camello?
Y dale con la cabeza… Y mientras el jefe se mueve displiciente, las manos, más sinceras que cualquier rezo,licuano, desmenuzan, destapan, enrollan los billetes… Os descubrís sólo cuando estais seguros de no ser vistos, y haceis las cuentas no con vuestra conciencia, sino conmigo.
Soy un camello.
Un traficante de hashish, no vendo muerte, sino la única posibilidad que teneis de olvidar.
Me parece casi ver mi reflejo en tres dimensiones sobre vuestras débiles imaginaciones, diseñado como un hombre de color, seguramente clandestino, o vestido con un impermeable negro, escondido en la oscuridad, la cara cubierta por una sombra de una lámpara manchada de varniz. Al fondo una periferia degradada, una metrópoli mala como el peor de los cristianos, que mendiga el perdón sin ser él capaz de perdonar.
Imaginadme así: feo, sucio y malo. Marginado, perdedor, como querais, a mí me da igual. No me importa ser juzgado porque no me importais, que no sabeis ni siquiera quien sois y cuando lo sabeis ostentais ignorancia esperando la comprensión de la moral. Yo soy el viejo que pincha los balones a los chicos, el vecino pesado, vuestra espina en el costado, vuestro peor detractor. Pero es a mí a quien buscais el sábado por la noche, cuando os dejan sueltos y os meceis en la ilusión de ser libres. Es a mí a quien buscais para intentar atravesar el mar de tedio que llena los domingos por la tarde. Podeis hacer creer que sois cualquiera en la luz del sol, pero conmigo, en aquel callejón oscuro donde creeis que yo me tengo que esconder, allí tirais la máscara y estais desnudos frente a vuestro único salvador.

Conocí a Foffo en el Bar de los Ángeles. Era un chaval, pero ya había decidido lo que no quería hacer, y seguramente entre aquellas cosas estaba la de no ir a la escuela. Pasaba las mañanas con un videojuego, o escuchando las palabras de los “grandes”, que de grande sólo tenían la lista de los fracasos por archivar. Yo también pasaba los días en el bar, aunque no tenía nada que olvidar. Estaba por negocios, y no creo que os tenga que decir de que tipo. Por la mañana se hacen más negocios. Por la mañana la gente se levanta y tiene ganas de vomitar. Tiran por el desagüe del lavabo su coraje y les tiemblan las piernas de pensar la secuencia de acciones fotocopiadas que tendrán que honorar. Miran hacia atrás y no saben explicarse como han acabado así. Es como un dolor de muelas, débil pero constante. Y en ese momento buscan la medicina. Les han enseñado que hay siempre un remedio que la sociedad ha inventado para aliviar los dolores que provoca, y cuando no la tiene se la inventa. Bandadas de adolescentes se extrujaban como avejas en el panal, dividiéndose el dinero de la compra. O jóvenes padres de familia que después de haberlo intentado con el capuccino, preferían ahogar sus tristezas en una buena piedra de chocolate marroquí.
Confiaban en mi puntualidad y en mi presencia, que son las cualidades esenciales que un buen camello debe tener, en mi discreción y, sobretodo, en el hecho de que en aquel momento éramos cómplices. El único cómplice que tenían en la vida, el único que satisfacía sin juzgar, sin tratarlos como drogadictos. El único que les consentía no esconder aquello que estaban obligados a esconder a la mujer, las madres, a los colegas. Les habría pinchado el balón, si hubiesen tenido uno. Pero ellos no podían saberlo, y confundían mi trabajo por una actividad filantrópica, así al menos por un poco, podían seguir teniendo confianza en el mundo y en sus miserias.

8 comentarios:

  1. El contenido, precioso.
    Sobran las faltas de ortografía, sobretodo, habiendo corrector...

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  2. No seas tikismikis mujer, que los traductores tampoco estan tan logrados.

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  3. Que hipócritas somos todos, todos tenemos siempre miserias que ocultar, no somos buenos o malos, las personalidades tienen muchos matices. Pero todo el mundo prefiere ocultar lo que no esta bien visto por la sociedad. Espero pronto el capitulo II. Saludos.

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  4. Feliz navidad Taxi. A ti y a todos vosotros.

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  5. Escribes muy bien.
    Saludos desde el sur de Iberia.

    ¿Me dejas seguirte?

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