miércoles, 28 de octubre de 2009

LAS VIEJAS FOTOS DE MI ABUELA


Mi abuela no amaba a mi abuelo, probablemente estaba encandilada o, a lo mejor, sólo quería huir del padre y de una familia llena de hermanos autoritarios, camas por hacer, obligaciones, huertos que cultivar, animales que atender. Pero no creo que le amase. Cuando, con los ojos un poco lúcidos, me cuenta de cuando aún vivía en Civita, el famoso pueblo que muere, para describir el amor en los tiempos donde se cantaba obligatoriamente “Facetta Nera”, usa una palabra que siempre me ha impresionado. Fija la mirada en la arista más lejana del techo, como para ver una película sólo a ella reservada, y dice: “en aquellos tiempos había un montón de hombres que me querían”. No dice “que me amaban”, no dice “que querían casarse conmigo”, dice: “que me querían”, como si ella hubiese sido un objeto víctima de un deseo que no tiene otra intención que la mera posesión. En fin, mi abuela era la rica de un pueblo de poco más de cien habitantes, era joven, más bien jovencísima, había un montón de hombres que la “querían”, pero eligió a mi abuelo. Es un misterio que ninguna ciencia estudia, aquel de la extraña habilidad por la cual, de frente a dos opciones, te hace elegir la equivocada, que delante a un cruce sin cartel te hace coger la dirección hacia donde no quieres ir. Hay quien nace destinado para lo mejor, sin grandes esfuerzos, y hay quien nace destinado al caos. Mi abuela, en aquella primavera de hace más de cincuenta años, entre todos aquellos que la “querían” eligió a mi abuelo.
Mi abuelo no era ni fascista ni comunista ni nada. No tenía suficientes nociones para pensar. Le habían enseñado a soportar el peso de haber nacido pobre y a aceptar cualquier oportunidad para llegar al final del día con la barriga llena. Mi abuela era la rica del pueblo, mi abuelo un trabajador incansable con dos manos precozmente arrugadas y poco más.
Es que yo no estaba, y puedo sólo imaginar, reconstruir a través de las historias y de sus recuerdos cubiertos por el polvo dejado por el pasar de los años. Mi abuela que salía de casa para ir a coger el agua en la plaza, o para ir a misa los domingos, mi abuelo que la observaba esperando que le devolviese la mirada para intentar hablarle sin levantar sospechas. Imagino la sonrisa de mi abuela por la noche, antes de dormirse, recordando el semblante de su admirador. Quien sabe como se imaginaba que sería su historia con él, en que año y en que lugar sacaba las fotografías que colgaba en su fantasía para poder observarlas a escondidas cuando se apagaba la última luz y escuchaba en silencio su corazón vibrar.
Los padres de mi abuela no aceptaban esa relación, pero ella tenía aquellas fotos aún expuestas en una vitrina lejana de todo, sobre todo de la realidad, y nunca habría permitido que alguien las quitase de allí. Renunció a todo, también cuando la guerra le quitó cualquier cosa a que poder renunciar. Escogió a mi abuelo y se escapó con él.
Mi abuela no amaba a mi abuelo, y mi abuelo el amor no sabe ni siquiera que es, ya que no se puede ordeñar, ni da huevos, ni se puede cocinar en la chimenea. El amor para mi abuelo es el deber de dar de comer a un puñado de hijos y dejar todos los días mil liras a su mujer para ir al mercado. Mi abuela ahora tiene ochenta y cinco años y no se encuentra muy bien en realidad. A veces la veo sentarse en el sofá y fijar la mirada en una esquina del techo. Quien sabe, a lo mejor ve aquellas películas suyas en blanco y negro, cuando era joven y las bombas no daban miedo, cuando ella aún tenía que encontrar el cruce donde se perdió. O, a lo mejor, a lo mejor busca aquellas fotos, las fotos que había colgado en su fantasía, donde posaba con un vestido blanco en el parque, con una sonrisa verdadera que enmarcaba su felicidad, aquella felicidad que, en el fondo, nunca ha conocido.

7 comentarios:

  1. Lástima que tu abuela no te haya contado "todo aquello otro que tu no imaginas"

    ResponderEliminar
  2. Uyy me queda la curiosidad quienes son "los hombres que la querían". Quizás aquellos que se dejan llevar po la intuición y la certeza acierten el camino, es sólo una hipótesis. besos

    ResponderEliminar
  3. Muchas veces cuando se es joven se tiene un prototipo de a quién amar, pero creo que la realidad nos hace tomar decisiones distintas. En nuestra generaciones quizas hemos tenido la suerte de lanzarnos a una aventura amorosa y si la cosa no resultaba bien, pues a otra cosa mariposa...Pero en aquellos tiempos probablemente solo había una elección y probablemente muchas fueron equivocadas...
    Besos :)

    ResponderEliminar
  4. Porque en el fondo soy una optimista, me has recordado aquella cancion del Ramito de violetas. Tal vez tus abuelos si se amaron pero de otra forma incomprensibles para nuestra epoca tan carnal, tan de tenerlo todo tan tangible. muchas mujeres piensan que sus maridos las quieren porque les hacen el amor todos los dias o porque les traen regalos caros. Tal vez para tus abuelos una simple mirada era suficiente para decirse "te amo". Lo cierto es que ahora yo tambien me muero de curiosidad y estoy deseando que le preguntes mas a tu abuela. Un beso.

    ResponderEliminar
  5. El teatro de la vida. A lo mejor si lo queria y ya no se acuerda. El amor tiene eso, que es capaz de disolverse en el olvido.

    Que bien cuentas las cosas, no-soy-yo. Esta muy bien escrita esta historia de la abuela...

    Saludos
    CLsT

    ResponderEliminar
  6. que dicha tener a un a tus abuelos, y lo mas que te envidio es haber conocido un poco su historia, tus pensamientos son tiernos cuando relatas para ellos, se deja ver en tu mirada una lucesita de alegria al nombrarlos, un abrazo

    ResponderEliminar
  7. Me gustan tus relatos y te sigo leyendo, aunque tu no me dejes ni un saludito alli.

    Besos

    ResponderEliminar