martes, 5 de mayo de 2009

BAJO LA GUARDIA

No suda. Me mira fijamente mientras agita las piernas, gira entorno a mi sin respirar y no suda. Tiene que estar acostumbrado a este calor sofocante, al polvo que a cada salto levanto taponándome las narices. Mis pulmones se han parado al tercer round, sin embargo mi cabeza ni siquiera ha reaccionado, vaga como siempre. Y me había dicho por lo menos un centenar de veces dejarlo estar y aceptar aquel trabajo de frutero, porque tiene una naturaleza campesina ella. El corazón,sin embargo, no, él es ávido y no piensa nunca en las consecuencias. Lo esquivo por la derecha, el primer montante. La rótula cede y termino arrodillado, con mi cara a la altura de su ombligo, después lo abrazo y espero el gong.

 

Nada más llegar al Cairo, lo que más me sorprendió fue el olor. Ni siquiera en las horas punta en mi ciudad, he olido nunca ese aire impregnado de humo de tubos de escape y sudor mezclado con excrementos de animales y arena. No te acostumbras nunca a ese olor, se tolera, se aprende a evitar salir en las horas donde es más presente, cuando se pueden distinguir sus trazos y la misma alma de la ciudad. Junto a los edificios y a los coches antiguos, ese mal olor contribuía a alimentar la impresión de haber aterrizado en un planeta lejano, a regalarte la impresión de estar finalmente libre de algo, aunque no sabes bien de qué. Cuando Mario me enseñó los carteles de la pelea, en lugar de darme cuenta como había salido en aquella foto descolorida donde alimentaba la esperanza de dar miedo a alguien, fijé mi atención en un niño que más abajo vendía algo que se parecía a  habas cocidas.Pensé a cuantos puñetazos había ya recibido de la vida, y a los puñetazos que tendría que encajar yo más tarde.En el fondo hacíamos el mismo trabajo.

 

Me fijé en aquella chica, la de la tercera fila.No debería, lo sé. Pero es tan guapa, y su piel tan lisa…Agita las manos hacia el cielo y grita algo que no puedo entender, a lo mejor me llama, a lo mejor me está llamando. Un golpe en el hígado corta mis preguntas y mi aliento. En el sexto round puede aún golpearme con toda esa violencia,¿ pero cuánta rabia puede aún segregar sin verter una gota de sudor? Es rápido y feroz, empiezo a pensar que no lo abatiré nunca, puedo sólo sobrevivir, pero no puedo abatirlo. Cuando Sandra me dejó tuve la misma sensación: podía solo sobrellevarlo, porque su decisión era irreversible, y aquella vez sobreviví, aunque aún me duelen los huesos. Estiro el brazo para darle un golpe directo en el ojo, pero resbala en el aire como un surfista golpeando el polvo.Él se cubre la cara con la izquierda mientras dispara la derecha que se estampa contra mi mandíbula.Acabo contra las cuerdas. Mario grita algo, a lo lejos, como una madre que llama desde la ventana al hijo para que vaya a comer. También mi madre lo hacía a la una en punto. Mi madre… Si me viese ahora…Pobre mujer….

 

A Mario lo he conocido en el gimnasio. Decía haber sido un profesional, pero nadie se acordaba de él. Pasaba los días dividiendo su tiempo entre dar consejos a jóvenes muchachos ansiosos de aprender a masacrar a alguien con estilo y el bar de su amigo Fabio. Una vez, en el bar, me señaló y después se puso a parlotear con Fabio. El día después me convertí en su pupilo. Me contaba que me esperaba un futuro duro pero lleno de satisfacciones, y que estaba destinado a algo más que aquella frutería. Después me inundó de discursos y recuerdos, pero yo ya no lo escuchaba. Escapar de la frutería era una promesa suficiente para mí. Lo más lejos posible, en otro planeta, un planeta que olía a estiércol de animal y a hollín, donde los coches eran antiguos y se comía habas cocidas, donde sería libre, aunque no sabía de qué. En cualquier sitio, pero no aquí. Sácame de aquí Mario.

 

Es mi momento. Mi izquierda no perdona. Lo veo, está cansado, aunque no suda, abre los brazos para hacer una respiración más profunda, y es este el momento que debo aprovechar. Todas las ocasiones son momentos, por eso se pierden tan fácilmente,y a diferencia de los trenes, los segundos gastados no vuelven más. He ensayado con Mario durante meses, en el gimnasio, incluso después del horario de cierre, el “gancho driblado“ ,como lo llamaba él. Tenía que ser un golpe seco y velocísimo, pero garantizaba un efecto desintegrante. El negro me mira a los ojos y se da cuenta que se ha equivocado al abrirse. Retrocede medio paso, debe terminar la respiración y volver a cerrarse inmediatamente para poder evitar el golpe. La chica de la piel lisa está aún ahí gritando, un hombre detrás de ella la abraza y le besa el cuello. Ella se gira y sonríe, después vuelve a mirar el ring. Me ama, aunque aún no lo sabe…

 

Un día Mario me dice: “Vamos a Egipto”. Yo no dije nada. No tenía que despedirme de nadie, y un trabajo como aquel que tenía no era difícil volver a encontrarlo. Metí en la maleta dos calzoncillos y alguna camiseta, Mario,sin embargo, metió todos sus sueños, también los que no le pertenecían. Ilhar Mukassy era un egipcio del sur, nacido en una aldea en el confín con Sudan. Era negro como la noche, altísimo, acostumbrado a sobrevivir en el desierto desde pequeño. Era el campeón africano de mi categoría y mi gran ocasión para convertirme en un verdadero profesional. Videos de sus peleas habían pocos y de mala calidad, pero su currículo hablaba claro: veinte peleas de las cuales quince ganadas por k.o. Pero la estadística son sólo números, me repetía a mi mismo, la fantasía racional de las ecuaciones. Cinco de sus adversarios habían sobrevivido, y dos le habían ganado. Intentaba no pensar en la pelea, como si fuese un luto que había que olvidar. Prefería pensar en aquel viaje lejano, el que nunca había hecho, y que el billete incluía la participación en un concurso de box. La noche antes de la pelea la pasé con Mukassy observando las pirámides. Que hermosas las pirámides, no podían estar construidas por hombres. Venían de lejos esas esculturas que intentaban pinchar el cielo, como flechas cósmicas que nos recuerdan de donde venimos y a donde volveremos. Las estrellas brillan más en el desierto, y es, a lo mejor, gracias a su brillo que las ideas se aclaran y pronuncian las palabras más dulces. Me miré las manos: eran sólo carne y huesos, demasiado poco para cambiar mi destino.

 

Mi derecha parece que se mueve, se para, se mueve y se vuelve a parar. El egipcio levanta el brazo por el lado equivocado, y mientras levanta el codo, con el rabillo del ojo advierte mi izquierda. Le doy en una oreja. Ha sido un golpe perfecto, pero no le he hecho nada. Retrocede dos pasos, yo me acerco a las cuerdas, pero tengo sólo el tiempo justo para oír a Mario que me grita algo. Avanza cerrado, rápido como un gato detrás de un ratón, estira el brazo derecho. Lo veo llegar lento, como en la escena principal de una película de acción, tengo tiempo para esquivarlo y desplazarme a una esquina. Y a lo mejor luego podría ganar, y salir con aquella chica esta noche. Podría convertirme en campeón, luchar contra otros campeones como yo, demostrar que soy el más fuerte y que eso es lo que quería de la vida. Mario estará orgulloso de mí y volverá a ser lo que fue, a sus ojos y a los ojos de todo el mundo. El puñetazo del negro me ha llegado casi a la nariz, veo que sonríe orgulloso, se lo imagina, o a lo mejor está convencido. Bajo la guardia. Lo siento Mario.

6 comentarios:

  1. azzo ma com'è che qui in espana ci sono così pochi comentadores??? Hasta luego. Pian.

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  2. E non sei contento? Fai finta di essere entrato nel salotto buono...

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  3. Estoy impresionada, he escuchado música.
    Es la primera vez que a través de una pantalla leo sintiendo los golpes, dulcemente y con musicalidad, alucinante.
    Esta vida a veces me da sorpresas maravillosas, ¿de donde coño has salido?
    Siento que acabo de descubrir un regalo en medio del camino.
    Encantada de leerte.

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  4. He salido da Roma, Italia, y tu de donde? Si fuera tu camino, seria mucho mas blando...

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  5. tambien yo soy encantado de leerte!!!

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  6. He salido de un pueblo de Valencia, España.

    Perdón por no presentarme, basicamente soy una enamorada de GH y el Gato. Allí conocí a gente maravillosa, como Taxi la taxista de Guadalix, allí suelo morar, aunque soy dispersa por naturaleza.
    Allí te vi y aquí me trajeron mis investigaciones, en general todos nos conocemos, pero tú..... tú eres una joya que acabo de descubrir.

    Mi camino es duro, no te lo recomiendo, pero con habértelo blando para ti me basta. Soy muy generosa yo.

    ¿Cómo llegaste allí?

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