sábado, 30 de mayo de 2009

LA MUJER A MITAD

En mis recuerdos el verano huele a tierra y a sudor de camisetas de cinco mil liras del mercado. Sandalias de plástico de colores trasparentes me apretaban los pies, que pisoteaban los senderos perdidos alrededor de los campos cerca de Viterbo, mientras persiguía a las mariposas.  Mi abuela me llamaba desde la ventana para merendar a las cuatro de la tarde, y el olor de pan sin sal untadito con aceite y tomate llegaba mucho mas allá del seto que dividía nuestra casa de la de la vecina. Las zarzas formaban el muro que tenía que impedir que nosotros, los nietos, entrásemos en contacto con la que todo el pueblo llamaba la mujer a mitad y que la mala suerte, según la madre de mi madre, había hecho que viviese justo al lado de nuestro jardín. Nadie la había visto nunca, porque pasaba los días recluida en su casa, escondida, y también por eso yo no creía en su existencia que, de hecho, se sustanciaba en unos cuentos a medio camino entre  las fábulas clásicas griegas y los cuentos de Lovecraft.
Escuchaba siempre con atención el domingo en la iglesia, después de la misa, a las pequeñas lenguas viperinas de las mujeres, que encerradas dentro de sus pañuelos negros, se pronunciaban sobre la bondad de la justicia divina que había querido castigar así a una encarnizada pecadora, elaborando para ella un sufrimiento ejemplar, un castigo merecido que servía de admonición para todas las chicas desvergonzadas que hubiesen querido seguir su conducta entre aquellos cuatro edificios que formaban el pueblecito. Las palabras afiladas y pulidas como flechas envenenadas, rebotaban en cada pared, en cada portal de la pequeña ciudad, se hinchaban como ecos en un valle y perpetraban el juicio a través de los años, sin posibilidad de apelación ni defensa. Aquellas palabras contaban una historia de amor o de una pasión pecaminosa, que para la viejas del pueblo era la misma cosa, de una joven mujer crecida demasiado de prisa como las rosas de mayo, de una guerra despiadada, de un soldado extranjero llegado de un lugar lejano en busca de
  refugio y calor. Narraban, a su manera,  el relato de dos miradas que se encontraban en la oscuridad de una noche iluminada por las bombas, de dos cuerpos que se apretaban para protegerse, de carne que encuentra un abrazo consolador, y al final de una despedida repentina que rasga las esperanzas, la piel y que esparce el dolor y la desesperación, como los antiguos romanos esparcían la sal en las tierras conquistadas de sus enemigos más odiados. Se decía que cuando el extranjero desapareció de su vida, el aire se llevó, junto a su sueño de amor, la mitad de su alma, la mitad de su vida y la mitad de su cuerpo, destinándola a una existencia partida por la mitad.
Yo nunca tomé en serio aquella leyenda, que para mi que llegaba de una realidad donde lo máximo
  de la magia era el sonido del motor de la moto de mi primo, era poco más que una fábula para niños mucho más pequeños que yo. Era como pedirme creer en la existencia de Pinocchio que, desde hacia poco tiempo, había aprendido a identificar como la forma absurda de los mayores para intentar explicarnos la vida, acostumbrándonos a una sana difidencia con respecto a  sus discursos. Después, una noche, en la cual me sorprendió la necesidad de ir al baño, que en aquellos tiempos estaba fuera de casa, en el jardín, cegado por el sueño que es el único confín que nos queda entre la fantasía y la realidad, acabé  en el prado al lado del nuestro, el de la temida vecina. Me despertó del todo el ruido de un portazo violento, el cual hizo saltar mi mirada como el filo de una navaja y encuadró a una figura apoyada inmóvil delante de la entrada de la casa. Necesité algunos segundos antes de conseguir enfocar el cuerpo de una mujer perfectamente dividido por la mitad: distinguí claramente su media cara, que  parecía sonreírme, antes que gritase de miedo. Empecé a correr. En la confusión del pánico tropecé con las zarzas arañándome las piernas, pegué el pecho contra la cornisa del portal de mi casa y me paré sólo cuando reconocí el retrato del matrimonio de mis abuelos, colgado en la pared del pasillo. A la mañana siguiente no tuve la valentía de contar lo que vi, porque yo mismo no quería creerlo. Pasé los años intentando delimitar su recuerdo entre las sugestiones de un niño asustado, aguándolo y confundiéndolo entre miles de sueños, fruto de cenas demasiado pesadas.
Sólo ahora, ahora que el aire me ha quitado la mitad de mi alma, la mitad de mi vida y la mitad de mi cuerpo, sé que lo que vi era verdadero y no una pesadilla en duermevela. Sólo ahora que han cubierto con
  sal mis esperanzas, impidiendo que pueda volver a  crecer cualquier tumulto vivo en mi corazón, sé que se puede acabar existiendo a mitad eternamente.  Aunque creo que es demasiado tarde  para aprender del pasado.

11 comentarios:

  1. Nunca es tarde, que manida es esta frase y que cierta, ¿qué no ?

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  2. Hay un libro, estoy "casi" segura que es de Marta Rivera de la Cruz./Que veinte años no es nada/. Donde la escritora dice, que nos pasamos media vida siendo demasiado jovenes, para hacer ciertas cosas, y la otra mitad, ya somos demasiado mayores, para hacer las no que hicimos cuando eramos jovenes....

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  3. pasere por tus letras, tus escritos que se muestran intesantes, asi que me decido a segirte un abrazo.

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  4. Que mejor que vivir aunque sea la mitad, eso siempre te recordará que viviste algo entero de un todo... intenso, perfecto o imperfecto, pero mágico. Al menos de una cosa puedes estar seguro que viviste!!!
    Las cicatrices del alma, son solo recordatórios del pasado, recrearte en ellas, no ayudan avanzar. Grazzie caro.

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  5. increible relato es tuyo? me encanto, me enganchó y hasta por un momento creí en la figura de una mujer partida por la mitad...

    Todo dolor es pasajero por ´más que nuestro cuerpo nuestra mente y nuestra soledad quiera eternizarlo... puede la asusencia que siente mi alma reflejarse en mi cuerpo... más aquella ausencia no es hoy tan solo un recuerdo?

    UN GRAN PLACER LEERTE GRACIA POR DARME LA OPORTUNIDAD DE CONOCERTE

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  6. si, si a mi tambien me paso, me lo imagine perfecto, la mujer y el campo, las casas... wow que manera de describir con la magia de transportar eso me encanta.

    Y pues en esta vida, en algun momento hay que coorer el riesgo por algo o alguien que sin duda te quitara la mitad de ti, pero vivir para contarlo es un buen premio, no crees?, muchos mueren en el intento.

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  7. sinhumos dice:
    Intento creer que cuando se ha dado todo en el amor, sin rescisión sin tapujos, una parte importante de tí se ha transmitido a la persona amada.Pero creo que somos capaces de recuperar todo lo que hemos dado, mejorado incluso, con más sabiduria, y que somos capaces de volver a dar, volver a tener ilusión....sólo hace falta encontrar al destinatari@ de nuestros afectos.
    Estoy segura que con el sentimiento que transmites, más pronto que tarde, alguien que te merece será el depositario de tus nuevas ilusiones.
    forza per il cuore

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  8. Amor, que dificil descripción tiene esta apuñalada palabra.
    No soy una cerda de raza, más bien una mezcla entre cerda y jabalí, jajajaj.
    Te sigo

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  9. Puff que relato más conmovedor y a la vez divertido de ese chiquillo que cuando fue adulto comprendió lo que podría ser un cuerpo y alma entero y la asuncia de la mitad de este.

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  10. Es fantástico leerte en estereo :) Y si... voy y vengo de un blog a otro, disfrutando despacito de los meandros que hacen tus palabras mientras pasan de una lengua a otra,como en una hamaca. Cotejo, comparo...Disfruto siempre :) Para mí es además de un lindisímo momento, un ejercicio. Porque te leo en italiano y pienso como haría yo la traducción a veces la emboco, otras no :) bue' casi nunca la emboco! :) Me encanta como escribís :) ah ! obvio,mi comentario va en argentino,los verbos cambian un poquito :) Acá nada de "me gusta como escribes tu" acá (en Buenos Aires especialmente) nos gusta como escribís vos :)Gaby

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  11. Sì lo sabia de vuestra forma de confundir a los estranjeros que estudian castellano :))... Pero este juego de encontrarte en dos continentes a la vez me encanta... :))))

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