martes, 28 de abril de 2009

LAS AÑORANZAS DE LA VAGINA DE UNA MERETRIZ

Con el pasar del tiempo había aprendido a distinguir las noches solamente por su grado de cansancio. En la oscuridad todos los rostros parecen iguales, y las voces atenuadas por los suspiros sexuales a los cuales un destino que no había elegido le había abandonado, no ayudaban a entender a que punto del abismo había llegado su existencia. Por eso, cuando las farolas de la calle se apagaban para dormir, se encontraba reflejándose en el agua perfumada de un bidet, que reflejaba sólo sus desilusiones, enjuagándose con tristeza y jabón PH neutro.
Todas las noches, en aquel rito que anunciaba un reposo que se parecía a un coma vigilante, estaba obligada a encontrar las manos y su soberbia de nobles decadentes. La izquierda era la más severa, y parecía que consiguiese atenuar sus frustraciones, recordando a la vagina de que estirpe indigna provenía. “Mírala“, susurraba a la mano derecha en voz alta para hacerse oír, “Mira como huele esta puta… Debe de ser la cercanía a la orina o a los huéspedes que la llenan hasta hacerle explotar, o a la costumbre de venderse para sobrevivir, lo que la ha privado hasta de la tentación a la dignidad. “Que suerte infame ha querido dividir este cuerpo con una vergüenza como ésta..”. La vagina no contestaba, limitándose
  a limpiarse las lágrimas con el agua del lavabo, rezando para que el agua se llevase a ella también por el desagüe.
Con el paso del tiempo, te acostumbras a todo, también a la falta de luz, a la falta de perspectivas, y se aprende a medir la duración de un día contando simplemente el grado de cansancio de cada uno.
Las manos, aquella noche en el bidet, parecían aún más agresivas. Sus lenguas no paraban de herir la dignidad de la vagina
  cansada ya hasta de sus propias lágrimas, que no desaparecían de su rostro ni con el agua caliente y el jabón neutro. Le habría gustado decirle que las manos habían perdido la dignidad mucho antes que ella, en la noche de los tiempos, cuando aprendieron a usar una azada y a hacerse callos para servir a un patrón que ni siquiera habían visto nunca.Quería decirle  que miles de bidet con el jabón más puro del mundo no habrían podido iluminar sus rostros sumergidos durante años en la grasa y el aceite de las cadenas de montaje, para regalar a sus hijos un futuro de perros amaestrados, para vender su cuerpo y sus aspiraciones a cerdos vestidos con corbata. Me habría gustado gritarle que la única diferencia entre su vida y la de ellas, era sólo una diferencia de precio. Intentó lanzar aquellas palabras en forma de flecha, poniéndolas en un arco de nerviosismo que parecía que se iba a romper de lo tenso que estaba.
Pero después el agua comenzó otra vez a correr abundante y fresca, enterrando los pensamientos bajo kilos de blanda espuma. “Se lo diré tarde o temprano”, pensó mientras veía sus lágrimas desaparecer otra vez, cada vez más hondo, en el desagüe de un bidet.

3 comentarios:

  1. Podría haber dicho mil cosas de tu escrito, porque aunque no lo sepas, hay mucho en tu historia que hace que se meta en mis entrañas.
    Historias antigüas y oscuras con olor a jabón Ph neutro.
    "Se lo diré tarde o temprano"
    No sé si algún día seré tan valiente como para asegurar eso. De momento forma parte de mis pesadillas y secretos.

    Si eres tú el que trae la ambulancia, llámala.

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