viernes, 24 de julio de 2009

AVARICIA

Me acuerdo muy bien de los primeros tiempos de mi relación con Amanda. Nos conocimos, como sucede a menudo, en una cena con amigos en común. Un vaso de vino, una broma, yo no buscaba nada y ella tampoco, por lo menos eso me dijo, pero nos encontramos y nos recogimos del suelo, como se recoge un objeto brillante que se ve en una acera y que se coge para no quedarse con la duda de haber perdido algo de valor. Pero raramente se encuentra un collar de oro y diamantes abandonado en el suelo. Al final te encuentras la misma cadenita de plata y la consideras un tesoro sólo porque no es la acostumbrada mierda de perro.
Nosotros empezamos así, arañando un Rasca y Gana esperando ganar por lo menos el precio del billete. Después las cosas se complicaron.
Yo era la película y ella su sonido. Desincronizados. El tiempo pasaba y cada vez más a menudo yo hablaba sin que me salieran las palabras y ella entendía aquello que mis frases no habían dicho. Me asaltó escondida, en este tetris afectivo, la sensación de algunas carencias indefinibles, como ciertos dolores abdominales después de una cena abundante. Y en una confusión de intentos recíprocos, me hice ilusiones creyendo que sería suficiente la lista de la compra para abastecer las creencias vacías de mi conciencia de amante fracasado, para conseguir cocinar un plato que me apetecía cada vez más pero que aún no había logrado identificarlo. Las ganas, con el tiempo, se trasformaron en deseos, los deseos en necesidades, las necesidades en frustraciones, las frustraciones en ansias, el ansia en confusión. La confusión mezclada con otra confusión conduce al caos, y en ese momento te pierdes completamente y se inicia a mover el bastón como los ciegos para intentar encontrar una pared con la cual orientarse.
Le pedí más atenciones, pero cuando me preguntó a que cosa tenía que prestar más atención, no supe que contestar. Le pedí que me amara más, pero cuando afilando los cuchillos me preguntó cuantos kilos quería y de que calidad, permanecí en silencio. Mis angustias disueltas en el malestar se convirtieron también en las suyas, y suya la culpa de mi ser vago. Si me amaba de verdad tendría que haber sabido que hacer con esa enfermedad incurable que mordía el sueño todas las noches; si yo no conocía el origen de la fuente de agua corrompida en la que me estaba ahogando, la culpa residía en su falta de interés por encontrarla, y si ella no tenía el dinero para pagar mi preciosa e inútil presencia en su vida, yo comencé a guardar para mí mi tesoro de latón. El resentimiento comenzó a pedirme su justa venganza que, como en un guión, no tardó en venir.
Empecé a guardarme para mí todos mis secretos, todas mis impresiones, todos mis discursos. Metí en una fortaleza cerrada todos mis sueños y comencé a dispensar mis mejores palabras, como hacía el avaro de Molière con sus monedas de oro; las charlas entre nosotros asumieron el aspecto de un veneno que habría matado, lenta pero inexorablemente, nuestra relación como si fuese la más pérfida de las torturas chinas.Comencé a pedir una entrada por cada emoción recitada, hasta que el espectáculo no valía ni siquiera el precio de la entrada, y como cualquier espectador aburrido, Amanda abandonó el teatro sin reclamar el precio de la entrada.
Ahora paso los días mirando mi tesoro acumulado y preguntándome para que sirve tener todas esas joyas acumuladas sólo para mí, sin gastarlas o invertirlas en algo. El tiempo pasa. Tengo un armario lleno de ropa pasada de moda, de recuerdos llenos de humedad, de dinero falso que sólo sirve para rellenar los huecos dejados por mis elecciones erradas. Y ese malestar, esa sensación de caos sin solución,esas añoranzas esperando ser colmadas están siempre ahí, cada vez más grandes, tan ruidosas que aún me despiertan sin que ningún tranquilizante las pueda hacer callar.
Y yo me siento igual de inútil que mis pertenencias, tanto tiempo guardadas sólo para mí, como el polvo que me ha enterrado el alma y que ya nadie tiene ganas de quitar.

5 comentarios:

  1. Mi querido amigo ella se perdio el amor que le podiras dar y ella no supo cultivar
    Buen fin de semana
    Un besito Rosario

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  2. dar y recibir, amar sin esperar, tener un mismo horizonte aunque cada uno recorrar su propio camino, estar cerca y lejos, escuchar y oír, mostrar y observar... "el hombre ES EN RELACION, sino no ES"
    bss amigo

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  3. A veces las relaciones nos quitan más cosas de las que aportan, pero de todo se aprende y a veces es necesario vivirlo para saber que es y comprender que es lo que quieres a tu lado y que es lo que no quieres. Un poco pesimista el texto aunque siempre con humor! estupendo por cierto, saludos!

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  4. Precioso.Nada que poner; nada que quitar.

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  5. No hay nada más avaro que la cárcel con su encarcelado, porque es en esa avaricia donde no está implicita la propiedad de las cosas.


    Saludos"

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